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Los jóvenes aprenden de sexualidad con porno: cómo evitarlo


Si entendemos por representación erótica todo contenido que tiene la finalidad de provocar estímulo y excitación sexual, se podría decir que el porno ha existido, de una forma u otra, desde que el mundo es mundo. Eso sí, el siglo XX marcó varios puntos de inflexión en la producción, consumo y carga cultural de la pornografía, con hitos como la aparición del cine porno, que copó el mercado desplazando a la literatura y arte eróticos.


El concepto de pornografía moderna se conformó durante la revolución sexual de los años 60 y 70, en una época en la que las películas porno se emitían en salas de cine. Más tarde se transformaría el consumo con la aparición de las cintas VHS. Y luego llegaría Internet y se produciría una nueva revolución.


La pornografía, entendida como material gráfico de contenido erótico con el fin de excitar sexualmente, ha existido a lo largo de toda la historia de la humanidad.


La pornografía también ha formado parte del universo de Internet desde el momento mismo de su origen, cambiando la forma de acceder a él y consumirlo. Así, con la llegada de la era digital la pornografía se ha convertido en algo ubicuo, pero también de consumo más privado, con efectos más difíciles de analizar.


En este sentido, se manejan diversos datos, la mayoría proporcionados por los propios portales de agregación de vídeos pornográficos, como PornHub: este site recibe 40 millones de visitas al día, y un 2% de ellas (aproximadamente 800.000) se produce desde España. Considerando la facilidad de acceso a estos contenidos, no es difícil concluir, que también sean vistos por menores, lo que implica un debate sobre la forma y el momento en que los más jóvenes tienen acceso a contenidos de carácter adulto.


Iniciativas como Por un uso Love de la Tecnología de Orange quieren impulsar la reflexión y el debate sobre este tema en las familias, y en la sociedad en general. Es una parte de su objetivo de concienciar sobre la importancia de una utilización segura y responsable de los dispositivos móviles y las nuevas tecnologías, así como sobre los riesgos que un abuso o mal uso pueden causar.


La exposición de un menor a este material de carácter adulto puede ser intencionada o accidental. En un estudio basado en la experiencia de adolescentes australianos (de entre 16 y 17 años), tres cuartas partes de la población entrevistada se había visto expuesta accidentalmente a sitios pornográficos, mientras que el 38% de los chicos y el 2% de las chicas declararon haber accedido a ellos de forma deliberada.


Este acceso puede deberse a la curiosidad, a un intento de resolver dudas sexuales, o a la voluntad de excitarse.


La pornografía es tan ubicua que la exposición a ella, por parte de adolescentes y jóvenes, puede ser accidental.


La fácil accesibilidad a material pornográfico en Internet, incluidos vídeos explícitos, ha marcado un antes y un después en el desarrollo y en la educación sobre sexualidad en las nuevas generaciones. De acuerdo con los profesionales entrevistados para un informe sobre educación y promoción de la salud sexual en población joven, realizado por CIMOP para el Observatorio de Salud de la Mujer, las expresiones de sexualidad representadas en esos contenidos pornográficos online constituyen modelos “reducidos, constreñidos, limitados a unas formas de relación muy particulares y sumamente exigentes tanto para los jóvenes como para quienes ya no lo son”.


A pesar de su volumen, el material pornográfico más fácil de encontrar es homogéneo y de corte conservador, centrado en relaciones heterosexuales coitales, planos genitales, estereotipos sexistas y racistas, y un erotismo mecanizado.


Voluntaria o accidental, la exposición al material pornográfico está marcando el desarrollo de la sexualidad de las nuevas generaciones, reduciéndola a algo juvenil, genital y asociada a un determinado modelo de belleza.


En palabras de Raquel Hurtado, sexóloga, y coordinadora del Área de atención a jóvenes de la Federación de Planificación Familiar Estatal, “la pornografía ofrece un modelo de erótica completamente tecnificado; como si fuera una técnica que es posible dominar, o una receta que requiere una serie de pasos ’universales‘”.


Estos modelos alejan a las personas que están empezando a explorar su sexualidad del verdadero sentido de las relaciones eróticas, que tienen que ver con el encuentro, los deseos y los placeres. Además, estos ejemplos imponen las categorías de ejecución correcta o incorrecta o, incluso, de lo normal o no normal.


El consumo indiscriminado de pornografía, sumado a una escasa o nula educación sexual que imparta habilidades para diferenciar entre realidad y ficción, puede transmitir algunos mensajes confusos o directamente nocivos: automatización, excesiva genitalidad de la erotización, roles estereotipados, modas como la depilación púbica integral o la práctica coercitiva de actos sexuales.


Sin embargo, a través de la pornografía no se transmiten valores básicos para cualquier relación íntima, como la comunicación, el respeto mutuo o la importancia de medidas de prevención de riesgos; como tampoco otras informaciones esenciales, como conocer la propia anatomía y fisiología, en qué consisten distintas respuestas de excitación, o entender y explorar los deseos de forma sana y segura para uno mismo y los acompañantes. Y es que esta no es su función.


El consumo de pornografía, sumado a la escasa educación sexual, transmite mensajes confusos e incluso nocivos: como roles estereotipados o la normalización de la coerción o el abuso en las relaciones.


“Las personas jóvenes necesitan educación sexual porque es su derecho y porque se trata de la mejor herramienta para disfrutar de una vivencia de la sexualidad más positiva y libre de riesgos”, declara Hurtado. Esta educación puede impartirse desde ambientes tanto escolares como familiares, y debería incluir directrices para el uso responsable de los recursos de Internet, no tan solo limitado a pornografía sino también a otras comunicaciones.


La propia población joven siente necesidad de aprender a manejar todos los estímulos que recibe; y los recursos para ese aprendizaje no deberían limitarse a búsquedas en Internet que arrojen como resultado más material pornográfico. Nociones de autonomía, afecto, deseo, compromiso y placer no pueden obtenerse a través de una pantalla.


www.lavanguardia.com


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